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El lamento de Faramir | Faramir Fiction Archive
 

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El lamento de Faramir (NC-17) es Print

Written by G-Skywalker

04 January 2015 | 37505 words | Work in Progress

Title: El lamento de Faramir
Author: G-Skywalker
Rating: NC-17
Pairing(s): Faramir
Warnings: incest, rape, non-con, death, underage

AU. Faramir es el menor de los hijos del Senescal de Gondor quien por derechos de nacimiento está destinado a vivir bajo la sombra de su hermano, y sufrir en silencio los maltratos físicos y psicológicos perpetrados por su propio padre en nombre de la lealtad a su sangre y al nombre de su familia. INCESTO: Hermano/hermano, padre/hijo.


[ all pages ]

Elénnor observó como el capitán de los exploradores de Ithilien blandió su espada contra la gigantesca bestia, con su cuerpo mallugado llevado al límite de la fatiga y el cansancio pero con el mismo fuego en los ojos. El joven arquero vio a su alrededor. Las ruinas de Minas Morgul se habían convertido en una necrópolis. Aún se presentaba batalla, pero las dos compañías habían menguado casi en su totalidad y quienes se quedaron a continuar con la cruzada solo esperaban el golpe final que los arrastraría a la muerte. Hacía horas que había arrojado a un lado el carcaj vacío y ahora esgrimía una espada que no era suya pero que en medio de la desesperación por salvar su vida había tomado de uno de los cadáveres esparcidos por el suelo.

Ahora se arrastraba sobre su vientre. Una flecha había atravesado su muslo izquierdo y las oportunidades de levantarse eran mínimas. Les agradeció a los dioses porque el que continuara vivo después de horas de haber sido herido significaba que el arma no estaba envenenada y aunque estaba seguro que moriría de todos modos, sea por la sangre que había perdido o porque la infección de la herida terminara por carcomer su pierna por completo, el arquero reunió todas sus fuerzas restantes y se arrastró hasta el lugar donde Faramir y el Uruk hai libraban batalla, con intenciones de impedir que el hombre que tanto admiraba muriera bajo la brutalidad de aquellas enormes manos. Pero Elénnor se detuvo a unos metros de distancia y se sintió insignificante ante aquellas dos imponentes presencias que se enfrentaban en una batalla que parecía liderada por la locura. Dos guerreros acostumbrados al dolor chocaban sus espadas y cada golpe le seguía al otro sin descanso, una y otra vez, y ninguno lograba asestar el golpe mortal. La sangre brotaba de las horribles heridas en el cuero negro del orco, pero a Elennor le pareció que no las sentía, su atención estaba centrada sobre el Hombre que le igualaba el ritmo y la ira deformaba aún más su horrendo rostro.

No obstante, Faramir parecía sufrir mucho y cada movimiento le resultaba una tortura. El arquero notó que cojeaba y el brazo izquierdo yacía muerto al costado de su cuerpo.

“Parece que tenemos algo personal, Señor de tarcos” gruñó el orco deteniendo un golpe que iba directo a su flanco derecho “Estás empeñado en morir bajo mi espada y ahora que el momento está cerca, me dirás el por qué.”

Faramir contestó con otras preguntas “¿Qué es lo que está pasando en Mordor? ¿Desde cuándo ustedes merodean el país maldito? ¿Desde cuándo se han atrevido a salir de las profundidades de las montañas, a las que fueron confinados por los Hombres cuando cayó el Señor Oscuro?”

El orco soltó una endemoniada risa interrumpida por los jadeos que le causaba detener los ataques del enemigo “¿Cómo te atreves a compararme con los esclavos de las montañas? Oh mi Señor…” exclamó en tono burlesco, enseñando los colmillos negros por la sangre y otras inmundicias “una tormenta como nunca antes se ha visto en la Tierra Media se avecina, y no importa cuánto se prepare la escoria que la infesta para afrontarlo o para refugiarse, serán aplastados junto con todos sus vestigios, hasta que no quede nada que atestigüe la efímera existencia de la Era de los Hombres.”

Entonces las más horribles sospechas de Faramir se hicieron realidad y la esperanza lo abandonó. El orco gigantesco se movía con la misma agilidad, como si la batalla recién empezara y aquello no podía ser natural. Faramir dio un paso en falso que casi le cuesta la vida, pero logró detener el golpe al último momento. “Hemos terminado, Señor de tarcos. Hoy es un buen día para morir con dignidad, antes de que la tempestad les pisotee las cabezas.” Y Faramir finalmente perdió el equilibrio al detener una bestial estocada. La espada se levantó de nuevo y los ojos azules siguieron su trayecto, ahora vencidos y a la espera de la muerte. Deseó que Gandalf estuviera ahí para que hubiera atestiguado aquellas palabras que auguraban la venida del final de la Era.

Cayó al suelo de bruces e intentó levantarse, solo para caer de nuevo. “Boromir…” sus piernas temblaban cuando intentaba ponerse de pie; la espada negra comenzó a caer sobre él y supo que era su final… supo que había fallado.
Pero en ese momento escucharon un grito y una espada se hundió en su totalidad por el costado del orco haciéndole soltar un terrible aullido. Tambaleándose, se dio media vuelta y con todas sus brutales fuerzas esgrimió la espada contra la carne del Hombre que se había interpuesto en el acto de ejecución y le cortó la cabeza. En cuestión de segundos, mientras la espada maldita caía sobre el cuello de Elénnor, quien se había acercado a rastras y con su último suspiro había asestado aquel mortal golpe, Faramir se irguió y su espada chocó contra el cuello del monstruo, y aunque no alcanzó a zanjar por completo el duro cuero con las escasas fuerzas que poseía, el corte llegó hasta el centro del camino y la cabeza se desplomó colgante; la bestia luego de debatirse desesperadamente como lo hace el cuerpo de una cucaracha, cayó de espaldas en la tierra y no se movió más.

Faramir también cayó. Sus ojos se cerraron sin la certeza de si volverían a abrirse o no; pero eso ya no le importaba, solo deseaba echarse a dormir, aún cuando fuera para siempre.

*

“Los caballos están regresando mi Señor…” informó angustiado un guardia de la ciudad ante la presencia de Denethor y Gandalf en el salón principal, al día siguiente de aquella terrible batalla “de los cien corceles que partieron solo han regresado quince… todos vinieron juntos.”

Gandalf cerró los ojos y no habló. La pena fue inundando su corazón y lloró para sus adentros. Por otro lado, Denethor sonrió abiertamente exclamando “¿Alguna señal de nuestros valientes guerreros?”

“No mi Señor… los caballos no acarreaban nada.”

“Bueno, es el fin.” Exclamó, pero Gandalf le clavó una mirada de odio “Que los Dioses te maldigan.” y abandonó la sala. Denethor permaneció sentado sintiendo como todos sus tormentos se desvanecían. Se imaginó a Faramir en medio del campo de batalla atravesado por cientos de flechas envenenadas, con los ojos blancos ante la impresión de una muerte tan violenta, pero sin duda bien merecida. O siendo tomado prisionero y arrastrado hacia la apestosa trinchera de las criaturas inmundas, donde lo asaltarían hasta la muerte con mucha menos gentileza y piedad que él le había tenido por tantos años y eso le gustó mucho más. Entonces pensó en todas las noches que lo había tomado, en el suave sonido que producían las ropas de lino al rosarse, en los llantos y los jadeos, en los ojos rogando por el perdón, en las manos intentando defenderse pero que evitaban ser demasiado bruscas con el mismo agresor; en la cálida boca alrededor de su hombría y aún mucho más en el cálido interior que le había pertenecido solo a él. Su excitación se levantó por entre los ropajes y Denethor volvió a sonreír. “Es el fin.” susurró.

Mientras, Gandalf llegó a las caballerizas “¿Dónde está Eldûath?” susurró caminando entre las bestias “¡¿Dónde está el caballo de Faramir?!” gritó y uno de los mozos de cuadras se acercó “No regresó, mi señor. Estos son todos.” El mago los examinó y vio que varios tenían heridas en el lomo y el cuello, como si hubieran intentado montarlos a la fuerza. “Prepara a Sombra Gris” ordenó y regresó corriendo al salón principal.

“Faramir podría estar con vida” anunció ante la odiosa vista del Senescal “Su caballo no regresó.”

“Así como los de otros ochenta y cuatro hombres” contestó sin intenciones de esconder su satisfacción “Pudo haber sido devorado en su intento de escapar.”

“Eldûath no era un caballo cualquiera” exclamó ofendido por aquella fría actitud cínica “Si alguno tenía mayores posibilidades de escapar con vida era él. Se ha encargado de llevar y traer a Faramir de incontables misiones y esta no sería la excepción, Eldûath no abandonaría a su único compañero aún cuando eso significara traer su cuerpo a rastras.” ante la falta de respuesta por parte del Senescal, quien se limitaba a observarlo como si estuviera declamando algún chiste, Gandalf continuó “Dame cincuenta guerreros, ni más ni menos y juro por mi honor que traeré a Faramir de vuelta, sea como sea.”

“No voy a darte nada, Mithrandir” contestó entre bufidos divertidos “si quieres ir por él eres libre de hacerlo, pero no permitiré que más de mis hombres mueran bajo manos incompetentes. A Faramir le fueron atendidos todos los menesteres para su misión y aún así fracasó. Deja que descanse para siempre en el campo de batalla, es suficiente honor para él.”

Gandalf no fue capaz de contestar. La actitud de Denethor lo perturbaba. Sabía que Faramir nunca había sido su favorito y que jamás se molestó en demostrarle siquiera un poco de afecto, pero el mago se obligaba a creer que si alguna vez la vida de su propia sangre corría peligro, el instinto de Denethor terminaría por abrirle los ojos. No obstante, la terrible realidad de la situación le golpeó en el rostro y no tuvo más remedio que marcharse.

“¡Mi Señor!, ¡Mi Señor!”

En los peldaños que conducían al salón principal, Gandalf llevó su atención hasta la procedencia de los gritos y supo que las cosas solo empezarían a empeorar.
Boromir corría a su dirección seguido por un par de viejos curadores que trataban de detenerlo. Su cara estaba pálida y parecía que en cualquier momento caería al suelo inconsciente, pero indudablemente la noticia había llegado a sus oídos.

No pareció prestarle atención a Gandalf y abrió las puertas del salón principal con toda la fuerza que fue capaz de concebir.

“Iré por Faramir ahora” anunció desesperado “Con mis hombres es suficiente.”

“No vas a ir a ningún lado, Boromir.” contestó Denethor y Gandalf vio como el miedo se asomó en sus ojos “No obtendrás de mí ni hombres ni caballos para el menester. No saldrás de Minas Tirith.”

Boromir pareció confundido por unos segundos y luego preguntó en susurros lastimeros “¿Pero por qué? Tu hijo puede estar en peligro de muerte, Padre.”

“Estoy desolado por la noticia hijo mío, muy desolado.” dijo y no hubo nadie en aquella sala quizás a excepción de Boromir capaz de creer lo que su angustiada voz pronunciaba “Pero no puedo arriesgarme a perder a mi única descendencia. Aún estás débil y en este viaje no encontrarías más que la muerte.”

“No podemos dejarlo morir.” contestó y el odio en su voz endureció el semblante de Denethor.

“Yo iré.” Interrumpió la voz del mago y el Senescal lo fulminó con la mirada.

“Si atraviesas las puertas de mi ciudad Mithrandir, no permitiré que regreses nunca más.”

El mago no contestó y abandonó a grandes zancadas la sala, con Boromir siguiéndole los pasos.

“Iré contigo.”

“Sabes que tu padre no dejará que te lleves ningún caballo, además solo estropearías el ritmo de Sombra Gris a quien ninguna otra bestia puede igualar.”

Entonces Boromir le alcanzó del brazo y lo obligó a voltearse “¿Por qué no pudieron hacer con Faramir lo mismo que están haciendo conmigo? ¡Retenerlo en la ciudad contra su voluntad a cualquier costo, en vez de darle toda una tropa incitándole a afrontar una batalla sin sentido!” Gandalf vio en los severos ojos azules el mismo odio que percibía en Denethor. La influencia de su padre caía sobre él de una forma muy distinta que en Faramir, pero sin duda con la misma fuerza “Tengo más derecho sobre mi hermano del que tú jamás tendrás. Te he dicho que iré por él, aún cuando Sombra Gris tenga que cargarnos a los dos.”

Gandalf se soltó con brusquedad y le sostuvo la mirada “Lamento decirte que soy un viajero solitario. Además Sombra Gris no tolera cargar con más peso que el de su único compañero, sin mencionar que a lo mejor se reusaría a llevarte sobre él, es muy selectivo con estas cuestiones.” Boromir apretó los dientes ante el tono burlesco del mago “Y si tienes algo que decir sobre la misión de Faramir puedes deliberarlo con tu padre, quien como te ha negado el permiso de ir a asistirlo, así se lo proporcionó a él con toda la disposición del mundo.”

Y sin más se dirigió hasta la avenida principal de la ciudad, donde esperaba el mozo de cuadras sosteniendo las riendas del majestuoso Señor de los caballos. Subió rápidamente y le susurró “Tenemos un largo camino amigo mío, tres días de jornada que deberás acortar con tu poderosa marcha. ¡Ahora adelante! Que el tiempo nos apremia.” El caballo relinchó y comenzó a galopar por las calles grises de la ciudad y la gente se apartaba del camino al escuchar el sonido de los potentes cascos chocar contra la piedra, observando maravillados al hermoso corcel blanco, único en su especie. No pasaron más que un par de minutos cuando Sombra Gris ya marchaba a toda velocidad sobre el valle del Pelennor hacia Minas Morgul.

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2 Comment(s)

Ahhh, en vez de estudiar me puse a leer fics, que novedad. Suerte que me topé con uno magníficamente escrito, como éste.
Pobre, pobre Faramir. Espero que, si continuas, encuentre consuelo. En brazos de su hermano. :P

Bueeeeeno, estaré esperando. Me ha interesado :)

— N    Tuesday 26 November 2013, 17:54    #

me encanta tu historia y espero ver lo que sucede en tus próximos capítulos. Soy fan de los hermanos de Gondor aunque Boromir se adueñó de mi corazón. Esa historia de amor y respeto entre hermanos me encanta, y si va a pasar a ser incestuosa no sería dañina si restaura la paz en el alma de Faramir… espero ver mas de esta historia muy pronto!! felicitaciones!!

— Andrea    Sunday 27 July 2014, 15:38    #

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