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El lamento de Faramir (NC-17) es Print

Written by G-Skywalker

04 January 2015 | 37505 words | Work in Progress

Title: El lamento de Faramir
Author: G-Skywalker
Rating: NC-17
Pairing(s): Faramir
Warnings: incest, rape, non-con, death, underage

AU. Faramir es el menor de los hijos del Senescal de Gondor quien por derechos de nacimiento está destinado a vivir bajo la sombra de su hermano, y sufrir en silencio los maltratos físicos y psicológicos perpetrados por su propio padre en nombre de la lealtad a su sangre y al nombre de su familia. INCESTO: Hermano/hermano, padre/hijo.


[ all pages ]

“¿Padre?” Los ojos del niño lo observaron entrecerrados, tratando de acostumbrarse a la penumbra de los aposentos, mediamente iluminados por el candelabro que el Senescal cargaba en la mano derecha. “¿Padre?” volvió a llamar “¿Sucede algo?”

El hombre sombrío no contestó, más se limitó a permanecer de pie al filo de la cama, contemplando con ojos extraños a su segundo hijo.

Observó como los inocentes ojos azules lograron abrirse por completo y le observaron con una mezcla de confusión y molestia infantil. El hijo menor acababa de cumplir trece años, no obstante, continuaba siendo el niño dócil y encantador de siempre; aunque a decir verdad su apariencia física había cambiado en muchos aspectos. Su cuerpo comenzaba a desarrollarse, a forjar en lo que se convertiría cuando finalmente alcanzara la edad plena de su virilidad. Denethor observó los suaves risos que caían como cascada dorada sobre sus menudos hombros, cubiertos por la casi transparente camisa de algodón.

“¿Padre?” continuó…

Oh cuanto había esperado por esto… por cuánto tiempo le había dado la espalda a aquello que lo llamaba con tanta insistencia…
La voz ambigua, esa suave y noble forma de andar, la mirada fresca y sincera… los labios rosas y dóciles que invitaban a cada palabra que pronunciaban…

Cuanto había esperado…

Denethor colocó el candelabro en el pequeño escritorio de roble oscuro que Faramir tenía junto al lecho, y de nuevo observó al muchacho sentado a medias sobre la cama, envuelto en algodón y sedas…

“Es algo que se debe hacer…” susurró, y Faramir distinguió aquel extraño tono en la voz de su padre. “Mi Señor… ¿qué sucede?” insistió, comenzando a sentirse asustado, más su inocencia le impidió proyectar eso que estaría a punto de suceder.

“Es algo que se debe hacer…” repitió.

Entonces, lentamente apartó las sábanas de piel que protegían al muchacho del frío nocturno, descubriendo el delgado y fino cuerpo ahora solo cubierto con la delicada tela blanca. Faramir a penas opuso resistencia, soltando la sábana al último momento, confundido.

“¿Ya has compartido el lecho con alguna doncella?” preguntó el Senescal repentinamente, aún de pie al lado de la cama. Faramir no contestó, visiblemente incómodo ante el cuestionamiento. Denethor observó como los ojos azules le evadían con vergüenza, y aquello le gustó. “Ya no eres más un niño, contéstame.”

“No.” se limitó a susurrar.

“Cuando Boromir tenía tu edad, ya se había enfrentado a estas experiencias, ¿por qué tú no?”

Faramir intentó buscar una respuesta, pero simplemente contestó “No lo sé, mi Señor.”

“Continúas puro…” aquello no era una pregunta, el mismo Faramir lo supo, por lo que solo lanzó miradas furtivas y confusas.

Entonces el Senescal se sentó en la cama y posó su áspera mano sobre el muslo del chico. Eso lo sobresaltó. Jamás había sido ni remotamente tocado de ninguna manera por su padre. Jamás. Y el gesto no hizo más que acrecentar su desconcierto. Entonces la mano se comenzó a mover, suavemente, de forma circular.

“¿Mi Señor…?” exclamó en pequeños susurros.

“Es algo que tiene que hacerse, Faramir. No hay nadie que camine sobre estas tierras que tenga derecho absoluto sobre ti, más que yo. Este no es sino otro deber que te corresponde, y que tendrás que aceptar desde hoy. ¿Quieres serle útil a tu padre?” preguntó, a lo que Faramir asintió con un leve movimiento de cabeza.

Denethor entonces llevó su mano más arriba y tocó el pecho de Faramir por sobre la camisa. Podía sentir los pequeños pezones duros por el frío y la forma en la que su abdomen se acoplaba a la postura… más arriba también sintió la protuberancia de la clavícula y de la Nuez de Adán bajo la piel de su cuello.

“¿Qué estás haciendo, Padre?” preguntaba, ahora con el miedo impregnado en cada sílaba “¿Por qué estás…?” su voz se perdió. La mano de Denethor había descendido hasta descansar sobre su entrepierna. Faramir levantó la vista y vio esa expresión en el rostro de su padre que permanecería grabada en su memoria para siempre.

De repente, como presa de un impulso que había permanecido bajo control por demasiado tiempo, Denethor se lanzó sobre su hijo y con un brazo lo empujó sobre la cama reteniéndole de los hombros, con la otra mano ocupada apretándole el cuello.

Lo observó desde arriba. La camisa se había enrollado lo suficiente como para dejar al descubierto sus pequeños pezones rosados. Ese cuerpo que ya no era de niño, más aún no de hombre; estrecho, aunque los músculos ya comenzaban a hacerse notar, especialmente sobre el abdomen, que todavía no vestía marca alguna de guerrero. Notó que sus ojos se habían oscurecido, producto del miedo que lo dominaba. Vio sus labios. Entreabiertos, que dejaban escapar pequeños soplos alterados.

Denethor no pensaba más que en arrancar esa dulce inocencia, que lo había llamado por tanto tiempo. Entonces, lo sujetó brutalmente de la barbilla y enterró sus labios sobre los suyos, despojándole de esa que pudo haber sido la primera experiencia del chico. Los besó con frenesí usando su lengua, resuelto a que si se atrevía a morderlo, le haría pagar muy caro la insolencia; no obstante, el muchacho se mantuvo inmóvil, con el terror obligándole a no hacer más que permitir el asalto.

Los delgados labios resultaron suaves, cálidos, temerosos, como los de una doncella. Como los de Finduilas.

“… por qué…” decía Faramir en susurros cuando se separaron y Denethor le obligó a tumbarse boca abajo sometiéndole bajo su propio cuerpo “Me lástimas…” suplicaba “Estás lastimándome… por favor, no…”

Buscó los suaves glúteos y los acarició. Reparó en lo fríos que resultaban al tacto… sacó su erección por encima de la túnica y la llevó directamente a la entrada virgen.

Empujó. Si los gritos se escucharon por toda la torre nunca lo supo, y nunca le importó. Fue difícil conseguir meterlo por completo. Su interior era tan estrecho que pensó que aquello no sería posible, no obstante lo sujetó de los hombros y lo obligó a arquear la espalda hasta que mediante la fuerza consiguió abrirse camino y tener su hombría penetrando el cuerpo de Faramir en su totalidad.

Después de unos minutos de forcejeo, Denethor le obligó a mantener la cabeza enterrada sobre la almohada, casi al punto de la asfixia, mientras Faramir se sacudía bajo el peso de su cuerpo, sintiendo ese agonizante ardor que jamás había experimentado, que parecía quemarlo desde adentro…

“¿Por qué?” “¿Por qué está haciéndome esto?” se preguntaba, aunque de su boca no salían más que gemidos ahogados, en sincronía con las penetraciones. Oía la voz de su padre, profunda, gutural, jadeando sobre su cabeza… aspirando el olor de su cabello.

“N… no… no puedo…”

“Por favor… no…”

Intentó decirle que no podía respirar, que estaba asfixiándolo, pero las palabras no salían completas y cuando Faramir lo intentaba, el Senescal lo hacía callar con brutales embestidas… como si los sollozos de su hijo lo excitaran aún más. Comprendiendo eso, Faramir ya no volvió a intentarlo, sin embargo las agudas sensaciones le obligaban a continuar luchando por liberarse, por siquiera conseguir al menos un poco de aire…

Faramir emergió a la conciencia en medio de un pesado y profundo suspiro, en busca de oxígeno. La luz directa de la mañana le lastimó los ojos. Seguía tendido en el mismo lugar pero bajo su cabeza yacía una manta doblada para hacer las veces de almohada. Le costó un gran esfuerzo sentarse, su cuerpo le dolía tanto como si hubiera sido arrollado por una embestida de caballos y sobrevivido de forma milagrosa.

Arëdar, uno de sus comandantes, se acercó al momento que lo vio moverse.

“Capitán” dijo y Faramir vio que el guerrero se había vendado el muñón de la muñeca izquierda con trapos más sucios que el que Faramir había tenido bajo su cabeza y su cara había adquirido un leve tono amarillento, pero el Hombre mantenía su porte y el tono de su voz no permitía delatar ningún tipo de sufrimiento. “Estoy complacido de ver que despierta. Los hombres que envié han regresado con los caballos, ciertamente menos de la mitad de los que traíamos… pero más que suficientes para nosotros.”

Faramir tomó un respiro y se incorporó. El paisaje a su alrededor era desolador. Los Hombres se estaban encargando de apilar los cuerpos de los orcos para incinerarlos. Al menos el fuego alejaría por un tiempo a las criaturas carroñeras que intentaran acercarse a devorar a los Hombres caídos, mientras la menguada compañía regresaba a Minas Tirith a solicitar los menesteres necesarios para llevar los cuerpos de vuelta. Con suerte quedarían al menos los huesos para ser transportados.

Al dar el primer paso sus piernas le fallaron y cayó de rodillas. Su cabeza dio vueltas y sintió que estaba a punto de desmayarse. “¿Cuánto ha pasado?” murmuró rechazando la ayuda del comandante “Estamos al octavo día desde la partida, usted no ha dormido más que un par de horas.”

“¿Y podemos partir ya?”

“Si, mi Señor. Ordenaré a los hombres que terminen con la pira.”

El mortífero cansancio que dominaba a los supervivientes hacía que todos los preparativos se atrasaran. Parecía como si fueran cadáveres andantes que en cualquier momento caerían inertes sobre el suelo árido. Faramir se acercó a la línea ordenada de cuerpos que habían sido colocados a una distancia segura del fuego y los observó a cada uno, memorizando sus rostros. Entonces, el capitán tomó entre su brazo bueno una cabeza que yacía sobre el pecho de uno de los caídos y la besó, mientras una pequeña lágrima se deslizaba limpiando a su paso toda la sangre y la mugre que manchaban su rostro.

“Gracias” Susurró. Faramir tomó la manta con la que había descansado y la envolvió. “Te llevaré a casa.”
Entonces se acercó a Eldûath, el corcel color café que esperaba junto con los demás, impaciente por comenzar la marcha. Faramir le tocó la frente y también lo besó, agradeciéndole por mantenerse fiel cuando pudo haber retornado a la seguridad de la ciudad donde para estas alturas ya estaría gozando de todas las atenciones. Notó que también tenía heridas de dientes y garras, seguramente infligidas por los orcos que huyeron del campo de batalla. No había ahí más de veinte caballos, y Faramir reconoció con pena que eran más de los que necesitaban.

El capitán ordenó comenzar la marcha. Le dio la cabeza de Elénnor al hombre que parecía más recobrado de fuerzas, para asegurarse de que llegara a Minas Tirith, porque él mismo no estaba seguro de lograrlo. Mientras, la cabeza del orco la ató con una cuerda y la sujetó a la silla de Eldûath “te ruego un último esfuerzo” le susurró con ternura, ante la reacción arisca del caballo.

Faramir cabalgaba en la retaguardia cerrando la marcha y fueron muchas veces las que tuvo que apearse del caballo y ayudar a un hombre que resbalaba de la montura, obligándose a soportar su propio dolor y no convertirse en una carga para la compañía que de una u otra forma se sentían responsables de que su Señor retornara con vida a la ciudad. Cuando el sol alcanzó su cenit, Faramir ordenó desmontar. Nadie podía seguir adelante y aunque no habían avanzado lo suficiente, ya no podía forzar a los hombres ni forzarse a sí mismo. Ayudó a Arëdar a tenderse sobre la tierra seca y vio que su estado había que empeorado. Temblaba de fiebre y era incapaz de hablar, sus ojos y el interior de su boca tenían un enfermizo color amarillo ahora junto con el resto de su cuerpo. Boromir le acercó la cantimplora y le ayudó a tragar un poco de agua. “Necesito ver la herida…” le susurró y con cuidado fue levantando los dobleces del paño sucio que cubría su muñeca. Otros hombres tuvieron que detener al comandante que gritaba y se retorcía de dolor. “Por Valar…” ante el horror del capitán, el brazo entero estaba negro hasta el hombro y destilaba una fuerte pestilencia a muerte, con los gusanos ya haciendo de las suyas sobre el muñón. “Hay que cortarlo por completo antes de que la infección se extienda por todo el cuerpo…” Faramir tomó la responsabilidad, puesto que no había nadie de los presentes que fuera si quiera un poco ilustrado con las artes de la curación, mientras que él había sido instruido con las bases gracias a los tutores de su formación elemental, además de que a diferencia de Boromir, siempre le atrajo más la idea de curar heridas, a ser la mano que las ocasionaba. Entonces colocando la cantimplora entre los dientes del Hombre, Faramir le susurró “Perdóname… pero esto terminará pronto.” y tomando la cierra médica con la ayuda de otro soldado, comenzaron a cortar la carne, no pasando si no unos segundos para que el comandante cayera inconsciente. Al terminar, quemaron el muñón para cauterizarlo y evitar que Arëdar muriera desangrado; entonces lo envolvieron con los paños más limpios que pudieron encontrar. “Habrá que lavarle la herida periódicamente o morirá en cuestión de horas.”

Luego Faramir se alejó del grupo y revisó su propio brazo. No había podido moverlo desde una estocada que recibiera por parte de la espada del Uruk hai y temió porque hubiera estado envenenada. Pero aparte de la herida que se extendía en diagonal por sobre el antebrazo, la cuestión parecía no ser razón de demasiada preocupación… al menos por el momento.

Amarrando al comandante con una soga sobre la silla del caballo, los Hombres de Gondor reanudaron con la marcha. El sol les quemaba la piel y el calor resecaba más rápido sus gargantas, pero no se atrevían a abusar demasiado de los suministros puesto que con el paso que llevaban, tardarían alrededor de cinco o seis días en llegar a Minas Tirith y en definitiva no estaban en condiciones para alejarse del camino y cazar para alimentarse.

Al mismo tiempo en Minas Tirith, Boromir era retenido por comando de su padre en las Casas de Curación, con la orden de no salir bajo ninguna circunstancia.
“No puedes hacerme esto…” Los ojos del joven capitán observaban a la figura envuelta en oscuras sedas posada sobre la entrada de la habitación. Denethor había hecho esposar a su primogénito a la pared contigua a la cama, con la cadena del grillete lo suficientemente extensa para que pudiera acostarse y andar libremente por la sala, más no salir de ella. “No me tortures así, Padre” susurró con resentimiento. Denethor lo observó con pena auténtica en el rostro. Le lastimaba en sobremanera ver que su hijo le demostrara tanto desprecio y más por una cuestión que no merecía ese nivel de discordia “Un padre hace lo que tiene que hacer, mi hijo querido” contestó “no voy a arriesgarme a perder a mi única descendencia. Si quieres salir pronto de este confinamiento, debes renunciar a tus aspiraciones. Faramir nunca demostró una verdadera valía como guerrero, y todo ese tiempo desperdiciado entre libros y fantasías escuchando las palabras ponzoñosas de ese mago gris finalmente cobraron su precio. Si hay alguien a quien debes culpar de esta desgracia es a Mithrandir, quien se encargó de alimentar la debilidad de tu hermano. De hecho…” Denethor se acercó a su hijo que yacía sentado al borde de la cama; estuvo tan cerca que Boromir percibió el olor del vino en el aliento de su padre “sospecho que lo que desea es despojarme de mi lugar en este reino, que me pertenece por derecho. Tu padre ha sido receloso con ese hechicero y no en vano, Boromir. Él quiere Gondor, y hará cualquier cosa para llevar a cabo sus maléficos planes. Ya consiguió arrancarme de las manos a mi segundo hijo, al que amo tanto como te amo a ti.” se obligó a decir. Se sintió complacido al ver que la duda atravesaba los ojos de Boromir, quien contestó “Pero… yo no podría creer que Mithrandir… él no luce como un hombre que ambicione esa clase de poder…”.

“Es porque ha logrado engañarte a ti también. Verás que luego de fracasar en su búsqueda, regresará y te solicitará a ti para otra misión, que él calificará como necesaria y urgente pero no irá contigo ni te contará todos los detalles…” Denethor ahora hablaba en murmullos con una mirada maliciosa “…entonces así como ha sucedido ahora, tú no regresarás y quedaré solo yo, el último de mi estirpe, llorando por la muerte de mis dos hijos y no habrá manera de hacerle responder por tan terribles desgracias.” La duda dio paso al odio, al resentimiento, y Denethor estuvo satisfecho. Boromir clavó su vista al vacío, pensando en las palabras de su padre y de alguna forma, encontrándoles sentido. Denethor se despidió sin conseguir respuesta, pero supo que su trabajo estaba hecho.

La tarde ya estaba bien avanzada cuando Faramir anunció la segunda desmontada. Comenzaba a sentir fiebre y se había caído del caballo dos veces, por suerte del lado derecho. Se encargó de revisar las heridas de los hombres; por algunos no podía hacer mucho, pero otros tenían laceraciones leves y la mayor parte de su sufrimiento se debía al cansancio y la fatiga, así que al menos ellos si alcanzarían a llegar a Minas Tirith con las noticias.

Faramir le prestó mayor atención al comandante Arëdar, quien no había despertado desde que le amputaran el brazo. Le desenvolvió el muñón y envió a uno de los hombres a lavar las mantas. Lógicamente la sección seguía teniendo mal aspecto pero al menos ya no hedía. Comenzó a lavarla con toda la delicadeza que fue capaz de concebir asegurándose de hacerlo lo más profundamente posible. El hombre parecía reaccionar con muecas de dolor, pero ciertamente nunca abrió los ojos o habló.

“Capitán” uno de sus hombres se acercó al lugar donde Faramir atendía al comandante “¿no debería descansar un momento? La última vez que desmontamos no hizo más que encargarse de nuestras heridas y descuidar las suyas, que también lucen bastante serias y lo mismo está haciendo esta vez. Con el perdón de usted, me ofrezco a terminar con lo que el comandante necesite para que pueda echarse a dormir.” Faramir cedió sin mucha protesta puesto que realmente necesitaba descansar en suelo firme al menos unos minutos. “He terminado con el tratamiento de su herida, lo único que tendrás que hacer es vigilar su sueño, si algo anormal sucede llámame de inmediato.” Entonces buscando un lugar sin muchas sinuosidades, se acostó y se sumió de nuevo en un sueño intranquilo.

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2 Comment(s)

Ahhh, en vez de estudiar me puse a leer fics, que novedad. Suerte que me topé con uno magníficamente escrito, como éste.
Pobre, pobre Faramir. Espero que, si continuas, encuentre consuelo. En brazos de su hermano. :P

Bueeeeeno, estaré esperando. Me ha interesado :)

— N    Tuesday 26 November 2013, 17:54    #

me encanta tu historia y espero ver lo que sucede en tus próximos capítulos. Soy fan de los hermanos de Gondor aunque Boromir se adueñó de mi corazón. Esa historia de amor y respeto entre hermanos me encanta, y si va a pasar a ser incestuosa no sería dañina si restaura la paz en el alma de Faramir… espero ver mas de esta historia muy pronto!! felicitaciones!!

— Andrea    Sunday 27 July 2014, 15:38    #

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